Ahora me regañas porque duermo poco.
Me cuentas que en mitad de la noche suspiro
como si tuviera un toro negro en el pecho
y que sumo los ciempiés y las arañas colgantes
de los párpados del dormitorio.
Me regañas porque no grito las canciones
en el coche, y me ves cansado con ojos chiquititos
pero tú no sabes qué es la mariposa del insomnio
revoloteando sobre un miedo
tan pulcro
tan de estas paredes
tan resbaladizo
tan poco poético
como es la certidumbre
de este ahora que ya fue en incontables ocasiones.
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