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Oda a la reina del Iran. X (fragmento ) Alfonsa de la Torre








Ha madurado tu cuerpo al sol del amor,

se ha endurecido de lunas maternales.

Hecho todo de símbolos, vive transplantado

en ese jardín

ensombrecido por alas de nieve, nacidas

de los más altos hielos.



Pasa entre su boscaje, como ramo

de oloroso ban

al que agitara temerosa la brisa,

perfumando los rosales que circunda,

las hojas que titilan

convertidas en medallones.



Como en un tapiz en que la leyenda

fuera superior a las telarañas

de plumas

o a la fauna de ortigas danzantes,

tu cuerpo señorea en el jardín,

semejante a miniatura

acotada,

orlada de enigmas.



Nadie sabe si prefieres en tu soledad los narcisos

sirios, dulces golosinas de coco

con polvillo de canela,

o los arriates de anémonas que incendian

en tu pecho granizada

de carbunclos.

Sólo yo sé que buscas el claro asfódelo del agua

al que el viento hizo esparcir

estambres.



Allí bajo un cielo refulgente de hojas

te sientas en tu trono

de mármol blanco

con los brazos en descanso y la mirada

suspensa,

encantando el azul que huye.



Cualquiera diría al verte imponente

y hermosa como una pantera

que eras una pantera en reposo

con arabescos de Ghilan en su piel mate

cazada por una rama, tu collar de oro.

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