11
No teníamos nada y éramos magníficos.
12
Quita tu cuerpo del espejo
y
oblígalo a ser nube.
13
Tus ojos donde restallan las iras del trópico,
tus ojos habituados a la oscuridad de los follajes,
tus ojos que sólo saben zarpar hacia el exceso
no resisten
la felicidad.
14
Penetro
en el sol manchado de tu mirada —la rosa perdida.
15
Isla,
negro pájaro,
llama incesante,
viaje a donde todo gira,
mi paraíso, mi rama, mi desborde
lo he perdido
¿quién se llevó la esmeralda?
Humedad de luces prófugas.
Lo he perdido
y caigo de repente
en el vértigo de las manos desesperadas.
Onda,
diamante de los ojos,
herida que se adelanta al tiempo,
espuma sagrada en mis labios para siempre.
16
Me has dado el paso con que voy
al encantamiento.
17
Voluptuosos márgenes persiguen una sombra febril.
18
Vengo a espacios llagados, y en mi boca se entristece el paraíso.
19
Hoy hago memoria de tu reino.
Voy contigo a ruidosos mercados donde mujeres de piel
cobriza venden hojas, a los muelles atestados de frutas,
a la Grand Savannah donde los amantes encuentran la
oscuridad para verse.
Paseo a tu lado por la ciudad, la recorremos como una feria,
estamos otra vez alegres.
20
En esta ciudad nadie escucha el viento,
ni los follajes que se inclinan a la tierra como trofeos
ni la carne de brillos imperiosos
ni los pozos trémulos. Este es tu destierro, memoria.
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