On Turning Ten
The whole idea of it makes me feel
like I’m coming down with something,
something worse than any stomach ache
or the headaches I get from reading in bad light—
a kind of measles of the spirit,
a mumps of the psyche,
a disfiguring chicken pox of the soul.
You tell me it is too early to be looking back,
but that is because you have forgotten
the perfect simplicity of being one
and the beautiful complexity introduced by two.
But I can lie on my bed and remember every digit.
At four I was an Arabian wizard.
I could make myself invisible
by drinking a glass of milk a certain way.
At seven I was a soldier, at nine a prince.
But now I am mostly at the window
watching the late afternoon light.
Back then it never fell so solemnly
against the side of my tree house,
and my bicycle never leaned against the garage
as it does today,
all the dark blue speed drained out of it.
This is the beginning of sadness, I say to myself,
as I walk through the universe in my sneakers.
It is time to say good-bye to my imaginary friends,
time to turn the first big number.
It seems only yesterday I used to believe
there was nothing under my skin but light.
If you cut me I could shine.
But now when I fall upon the sidewalks of life,
I skin my knees. I bleed.
Cumplir Diez Años
La sola idea de ello me hace sentir
Como si me estuviese empezando algo,
Algo peor que cualquier dolor de estomago
O los dolores de cabeza que me dan por leer con poca luz —
Una especie de sarampión del espíritu,
Paperas de la psiquis,
Una desfigurante viruela del alma.
Me dices que es muy temprano para mirar atrás,
Pero eso es porque has olvidado
La perfecta simplicidad de tener sólo uno
Y la bella complejidad introducida por tener dos.
Pero puedo recostarme en mi cama y recordar cada digito.
Con cuatro era un mago Árabe.
Podía hacerme invisible
Bebiéndome un vaso de leche de una cierta manera.
A los siete era un soldado, a los nueve, un príncipe.
Pero ahora estoy casi siempre en la ventana
Mirando la luz del atardecer.
Antes no caía de forma tan solemne
Sobre el costado de mi casita en el árbol,
Y mi bicicleta nunca se recostó
Contra el garage como lo hace hoy,
Toda su velocidad azul oscuro se le ha escurrido.
Este es el principio de la tristeza, me digo a mi mismo,
Mientras camino por el universo con mis tenis.
Es la hora de decir adiós a mis amigos imaginarios,
Es la hora del primer gran número.
Parecería que fuera ayer cuando solía creer
Que no había más que luz bajo mi piel.
Y si me cortaba, brillaría.
Pero ahora cuando caigo sobre las aceras de la vida,
Me raspo las rodillas....Y sangro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario