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OH, SOLEDAD. (Plazuela de las Obediencias ) Alfonsa de la Torre






¡OH, SOLEDAD!

(Velando el cadáver del Padre Manuel

en el Santuario del Henar,

una noche de mucha niebla.)




¡Oh, soledad,

qué sola está la muerte!

¡oh, soledad,

espiga!

¡oh, soledad,

espiga del Henar!



De la prieta gavilla

se ha desatado un ramo;

de la espiga madura

se ha desprendido un grano;

se ha apagado una luz

en cada lucernario

y en cada chopo frío

se ha jubilado un pájaro.



¡ Oh, soledad,

qué sola está la muerte!

¡oh, soledad,

espiga! ¡

oh, soledad,

espiga del Henar!



Bajo la niebla espesa

¡ qué sola está la muerte!

entre cirios ardiendo

¡ la muerte está presente!

entre coros de hermanos

¡ una voz está ausente!

entre llantos de niños

¡ el armonium se pierde!





¡Oh, soledad,

qué sola está la muerte!

¡ oh, soledad,

espiga!

¡oh, soledad,

espiga del Henar!



En el hermoso estío

la muerte trabajaba;

entre arroyos y rosas

la espiga maduraba;

entre infolios y notas

la vida se paraba;

entre cantos y rezos

la sangre se cuajaba.



¡Oh, soledad,

qué sola está la muerte!

¡ oh, soledad,

espiga!

¡ oh, soledad,

espiga del Henar!



Y aunque lúgubres ecos

vuelan del campanario,

y aunque arroyo y pobeda

se cubren de sudario,

y aunque responso y lágrima

entretejen el llanto,

algo grita: ¡ no es cierto!

en el ambiente extraño.



¡Oh, soledad!

¡ no está sola la muerte!

¡ oh, soledad,

ya maduró la espiga!

¡oh, soledad,

espiga del Henar!



Y ese grito: ¡ no es cierto!

por detrás del sagrario

suena a hosanna festivo

de alegre aleluyático,

y corrobora Ella

desde su iconostasio

sonriendo, tranquila,

sin dudas de Calvario.



Oh, soledad!

no está sola la muerte!

oh, Soledad!

toma tu grano. Espiga.

¡Oh, Soledad! ;

Oh, Virgen del Henar!



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