Vuelan aromas
sobre esfinges
cautivas del tiempo;
toros alados,
en cenicientos ruedos de eternidad,
lanzan mugidos
a una hueca soledad
meditabunda.
Nada se pierde.
Entre
las ruinas pálidas
florecen mentas
ávidas de recordar jades.
Sorprende la luna
esa procesión de
arqueros de barbas de ala,
perseguidores de gacelas en su mundo
de esmaltes plácidos
que las panteras
huellan
hasta convertir en
jazmines.
Remontando el sutil recuerdo
como viento que
soplara de los desiertos
salobres refrescando
aulagas,
sin búfalos ni camellas.,
hacia las ciudades silenciosas de jardines.
Acaso voces
o gemidos de ruiseñor
filtra el cedro
y la nube,
serpientes de ámbar
incubándose en el
metal para
ascender con sueño
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