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Un gesto para el quinto aniversario de tu muerte. Rafael Guillén






Un gesto para el quinto aniversario de tu muerte


He venido hasta aquí, por ver si el polvo
de lo que tanto amé,
por ver si esto que queda, que no es nada,
de lo que tanto amé,
por ver si la corpórea cercanía
de un deshecho perfil amable, ay,
tantas veces descrito por los besos,
de unos huesos o, acaso, de un vestido
que yo oprimía junto con tu brazo,
por ver si la certeza renovada
de este silencio en torno,
puede ponerle playas
a mi dolor, puede aún levantarse
como rocoso límite concreto
en donde rompa mi dolor.



Aquí, donde la nada se amontona
y el jaramago crece en los vacíos
que dejó el pensamiento.
Aquí, donde los muertos, ordenados,
como puestos para secar y siempre
inútilmente cerca
como las cosas entre sí, no tienen
tiempo ya para hacer, tampoco para
dejar de hacer aquello que podría
ser comunicación, amor acaso.
Aquí, donde hasta el viento se arrincona,
después que el bieldo separó del grano
esto que sólo es paja,
aún menos que el polvillo de la paja.
Aquí, donde se asoma
la otra mano de Dios, la que sostiene
la esponja que nos borra,
donde la sombra sube
resumida en ciprés, pues de otro modo
no cabría en los cielos, ni en los hombres.



He venido hasta aquí, porque es domingo
y las calles con sol y las placetas
se llenan de muchachas
recién lavadas, blancas, y no puedo
con tanta vida, hoy que te recuerdo.
He venido porque los niños crecen
y crece el matorral y la luz crece
y lo bueno y lo malo crece, y todo
se expande y gira en torno de este punto
de dolorosa calma detenida.
He venido hasta aquí, sin más motivo
que el que tuviera de asomarme a un pozo
tan sólo porque es hondo
o el de sentarme quedo junto al mar
porque es el mar. Y ahora
me pregunto si al cabo de este llanto,
si al cabo del dolor, no habrá un poquito
de tierra nada más, de alguna imperceptible
materia tuya, que traspase el mármol
para tocar mi piel, para rozarme
levemente el cabello.
Porque nunca he querido
entender el amor sin una forma
de tacto. No he podido
renegar de este cuerpo que me diste.



He venido sin flores y sin luto.
He venido a fumarme este cigarro
delante de tu muerte;
solamente un cigarro, por aquello
que fue una gran borrasca de ternura.

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