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HASTA QUE TODO FUE MUSICA (Oratorio de San Bernardino 1950) Alfonsa de la Torre







HASTA QUE TODO FUE MUSICA



Y he aquí que mis poros aspiraban los huertos,

la tierra transcendía a Domingo de Ramos,

un solo ramo el bosque, un solo ramo el mundo,

un solo ramo Dios esparciendo perdones las almas,

un racimo con un zumo de gracias

ofrecidas en aras abiertas a los cielos.

Abiertas, encendidas las puertas de las casas,

en alto los tejados y los hogares lúgubres,

aleluyas y glorias ascendiendo a infinito

y en los atrios abiertos el triunfo de los pájaros.

Desbordaba la música los rediles de piedra

saltando como un niño por plazas y por muertes,

estallando vidrieras y estrellas no llegadas

guardando para siempre el luto de las noches.

Inundaba la música las laudas herrumbrosas

hacia donde la hiedra crecía disolviendo,

hacia donde las vidas en marea creciente

volvían a sus nidos con gorjeos de aves.

Las hojas, los capullos, las alas ya marchitas,

los ojos que ya dieron su cosecha de amores,

las carnes que aromaron las sedas y los linos

volvían en reflujo de esquiva primavera.

Volvían las gaviotas, las doncellas más puras

florecidas en calas y en lirios no soñados

se alzaban los guerreros como verdes laureles

plantados a la sombra de las más altas cumbres.

Regresaban corderas y dolientes paridas

con cálidas mejillas de rosas azoradas;

regresaban delfines y dorados infantes

que tuvieron un día existencia de mirlos.

Volvían las gacelas salpicadas de música,

perseguidos de lluvia los ciervos alcanzados,

venados y lebreles entre fugas de notas

recobrando su fresca melodía de selva.

Un solo ramo el bosque, un solo ramo el mundo,

la humanidad un ramo de corimbos abiertos;

iba la Sombra Triple recogiendo vellones,

contando sus corderos con caricia de padre

y un regreso de nieve tenían los apriscos.

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