Gotas de poesia en la inmensidad del océano. Poemas propios y ajenos para disfrutar ,para compartir. En la alegría,en la tristeza, en la luz o en la oscura sombra,al principio o al final... compartir un poema es un regalo maravilloso.
Jorge Luis Borges 1899 - 1986. Elegía de los portones
Ésta es una elegía
de cuando los portones de Palermo hacían sombra
y el sur era de carros y el norte era de quintas.
Ésta es una elegía
que se acuerda de un largo resplandor agachado
que los atardeceres daban a los baldíos.
(En los pasajes mismos había cielo bastante
para toda una dicha
y las tapias tenían el color de las tardes.)
Ésta es una elegía
de un Palermo trazado con vaivén de recuerdo
y que se va en la muerte chica de los olvidos.
Muchachas comentadas por un vals de organito
o por los mayorales de corneta fiestera
de los 64,
sabían en las puertas de la gracia de su espera.
Había huecos de tunas
y la finalidade del Maldonad
—Jirones de agua pobre en la sequía —
y veredas de guapos en que flameaba el corte
más acá del Pacifico,
y una frontera humosa de silbidos.
(La frontera del sur era de callejones,
pero de noche, de ladridos de pena)
Había cosas felices,
cosas que sólo fueron para alegrar el alma:
el arriate del patio
y el andar hamacado del compadre.
Palermo desganado, vos tenías
Un alegrón de tangos para hacerte valiente
y una baraja criolla para tapar la vida
y unas albas eternas para saber la muerte.
El día era más largo en tus veredas
que en las calles del centro,
porque en los huecos hondos se aquerenciaba el cielo.
Los carros de costado sentencioso
franqueaban tu mañana
y eran en las esquinas tiernos los almacenes
como esperando un ángel.
Yo digo que así fuiste en un día del tiempo.
Desde mi calle de altos (es cosa de una legua)
voy a buscar recuerdos a tus calles nocheras.
Mi silbido de pobre continuará en los sueños
de las vidas que duermen.
Mi vagancia es la eterna gustación de tus calles
y esa higuera que asoma sobre una parecita
se lleva bien con mi alma
y es más grato el rosado firme de tus esquinas
que el de las nubes blandas
y de cielo amenazado de tus orillas guarda
mejor paz que el del campo.
Cuaderno San Martín (1929)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario