Gotas de poesia en la inmensidad del océano. Poemas propios y ajenos para disfrutar ,para compartir. En la alegría,en la tristeza, en la luz o en la oscura sombra,al principio o al final... compartir un poema es un regalo maravilloso.
Volver. ( II parte -fragmento ) Magali Alabau
Y cada vez que concurría el miedo
a que me encerraran en esos calabozos,
específicamente del Morro de La Habana
o en la Villa Marista,
me decía confesaré enseguida,
a mí que no me enseñen
los instrumentos,
que ni tres perros,
confesaré enseguida.
Miento.
Me escapé.
No soy hermana de esa
ni de la otra.
No tengo a nadie que me reclame.
He inventado un drama,
un buenísimo drama,
que soy hija adoptiva
de alguien inexistente,
que soy la hija de Isis,
de la metrópoli,
del sol,
del siglo de las luces,
del quiero irme a otro planeta,
que estoy al vuelo
con esas notas
altaneras
que me dictan
los triunfos
que me esperan,
que me dicen que cabalgue
a Waterloo,
que me sumerja
en el mar,
que vea los peces
de colores,
que haga como ellos
y escape a las pirañas.
Que sí, que si puedo escapar
por ese invento
invento, invento.
Cuando me fui de Cuba
subí a ese avión
casi borracha,
sin vino
y sin licor.
Recuerdo que rezaba
run, rabbit, run
run, rabbit, run.
Me fui de la prisión
que más quería
para hacerme, al fin,
ciudadana del mundo.
En esa caminata
entre la pecera
y las alas del falcón libertario
donde abandoné todos los amarres
porque me halaban
los zapatos
oí a Gershwin,
oí a Faulkner.
Para romper con esos ligamentos
de mi infancia
y dejar crecer la culpa
me puse en los oídos
algodones del Norte.
Atrás dejé los taconcitos,
las falditas,
los ajustadores,
las risitas,
los disimulos
y las condescendencias,
y Janis, riéndose
y haciendo señas me gritaba
obscenamente, muérete
andrajosa, muérete
y olvida.
Vive este círculo
de música,
de cigarrillos,
de libertad restregada que hasta
los negros tienen.
Desvístete,
quítate el colcrín
y el maquillaje,
rómpete en dolor
y acompáñame
en este desafío
a mi hotel
donde te enseñaré cómo se muere.
La forma desaparece.
La música dispara más que algún
revólver.
Devuelve a ese ángel
esa otra llave
que nos da la salvación.
En el avión,
cuando sirvieron Coca-Cola
creí que era champán.
En ese momento tan triste,
tan desgarrador,
en que mis conciudadanos
pasajeros
guardaban cartuchitos
de la tierra en que nacieron,
me dije,
al fin el mar,
mar azul,
mar de Gershwin,
mar de mis sollozos,
mar de la historia,
mar azul de libertad,
mar de amor
donde puedo
ser lo que soy.
Mar de Janis,
mar de Faulkner,
mar de Sylvia Plath,
de Anne Sexton
y de todos los muertos,
mar,
al fin, mar.
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