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Oda a la reina del Iran XI. (fragmento ) Alfonsa de la Torre





Así termina el poema que he compuesto

en alabanza a ti. Reina Fawziah,

reina perecedera;

quisiera que fuera un collar de esmeraldas

brillantes,

duro como la fama en el tiempo,

transparente como la brisa.

Adórnate con él los días de tu vivir,

los días de tu gozo breve,

y después rompe sus cuerdas de plata,

destruye su broche de oro

y esparce sus cuentas al viento.



No lo entierres bajo pórfido florido

ni lo siembres en bóvedas rutilantes.

Que las gentes contemplen de cerca

sus cuentas labradas,

las cuentas que el poeta talló

. en su soledad silenciosa

mientras bramaba el viento en el corazón,

el viento que torturaba los pinos del insomnio,

y puedan volver a percibir tu aroma primaveral,

reina eternamente joven,

tu aroma y mi espíritu adelgazado

en la soledad,

soledad de poeta sin dicha,

soledad estéril,

circundada de cerros calvos

de altas nubes soñolientas

y de místicas ermitas que sangran.



¡ Oh, mi vasta soledad perdida entre arena,

anegada en un piélago de pinos!,

por ti desciño el apretado ceñidor

de los días

y guardo en tu cofre la túnica

del tiempo.









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