Quisiera que tu nombre pronunciara
todo lo que en la vida me rodea,
que lo diga la cal de la azotea,
que la ropa que escurre lo cantara.
Que la maceta, el sol, el agua clara,
el tejado, el jabón, la chimenea,
la sábana y el aire que la orea,
y todo en torno a mí lo salpicara.
Quisiera que tu nombre fuera escrito
por el humo y la espuma, al mediodía,
poniendo en cada sílaba un exceso.
Y recibiera yo todo su peso
y la explosión de vida que me envía
con el mismo fervor con que hoy lo evito.
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