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Elegia 3. Cecilia Meireles









Minha tristeza é não poder mostrar-te as nuvens brancas,
e as flores novas como aroma em brasa,
com as coroas crepitantes de abelhas.

Teus olhos sorririam,
agradecendo a Deus o céu e a terra:
eu sentiria teu coração feliz
como um campo onde choveu.

Minha tristeza é não poder acompanhar contigo
o desenho das pombas voantes,
o destino dos trens pelas montanhas,
e o brilho tênue de cada estrela
brotando à margem do crepúsculo.

Tomarias o luar nas tuas mãos,
fortes e simples como as pedras,
e dirias apenas: “Como vem tão clarinho!”

E nesse luar das tuas mãos se banharia a minha vida,
sem perturbar sua claridade,
mas também sem diminuir minha tristeza.






Mi tristeza es no poder mostrarte las nubes blancas,
y las flores nuevas con ardiente aroma ,
con las corolas crepitantes de abejas.

Tus ojos sonreirían,
agradeciendo a Dios el cielo y la tierra:
yo sentiría tu corazón feliz
como un campo donde ha llovido.

Mi tristeza es no poder acompañar contigo
el dibujo de las palomas volantes,
el destino de los trenes por las montañas,
y el brillo tenue de cada estrella
brotando en los márgenes del crepúsculo.

Tomarías la luz de la luna en tus manos,
fuertes y sencilla como las piedras,
y tan sólo dirías : “Que clarito que viene !”

Y en esa luz de luna de tus manos se bañaría mi vida,
sin perturbar su claridad
más también sin disminuir mi tristeza.





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