IRRUMPIERON
LOS ANGELES
Venían de las olas,
de las aguas
primeras creadas con plegaria,
de los mares proféticos latiendo entre los
montes,
de los ojos sagrados con pestañas de hierba.
Venían de las ondas morosas sin ruido,
de las
blancas corrientes de leches estelares,
de los fondos
profundos de líquidas esencias,
de los
abismos bíblicos donde callan las voces.
Venían de los liquenes de espuma nacarada,
de los esbeltos iris sin raíces de tierra,
de las alas de cisne no holladas por el aire,
de las diáfanas linfas sin sorpresa de riscos.
Venían de las
claras cortinas de la lluvia,
de las áureas cascadas iluminando árboles,
de metales y hogueras, de resinas ardiendo,
de sahumerios
perdidos ofrendados a dioses.
Venían de las
gemas y del cristal de roca
y eran igual que flores con carne de diamante,
eran igual
que estrellas con ojos de berilo,
frágiles e
intocables rosáceas de los hielos.
Salían de las
fraguas de volcanes bullentes,
del cáliz de
los cráteres abiertos como bocas;
semejantes a espadas, a hojas de oro fundidas,
echando por
los labios la lava de sus coros.
Se deslizaban
suaves a la par que las nubes,
ascendiendo
muy alto como huecas calandrias,
fontanas y torrentes les servían de túnica
y eran sus
trenzas frescos chorros de surtidores.
Chocaron contra el mármol teñido de
crepúsculo,
chocaron contra el cielo sus voces y tiorbas
y eran los instrumentos en sus brazos amantes
dóciles bestezuelas gimiendo de ternura.
Se escaparon
las brisas cautivas en zampoñas,
la luz de primavera tintineó en los sistros,
el telar de las arpas desplegó sus praderas
y las cuerdas
soltaron los triálogos secretos.
Al temblor de las cañas huyeron los faisanes,
galoparon
corceles al retumbar tambores,
todas las sensitivas quejumbres de las dalias
revelaron sus ecos al besarse los címbalos.
La gracia se
volcaba por míticos paisajes
como una cabellera caía con desmayo,
como una
cabellera por los hombres del bosque,
esmaltando de
fuego las colinas seráficas.
Todos los
elementos dejaron la materia,
cesaron en sus cargos al sentir el concierto;
ni nubes, ni metales, ni gemas, ni amapolas:
irrumpieron los ángeles.
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