Después del baile
A mí buscadme siempre
después del baile.
Cuando el salón vacío aún conserva
olor a carne perfumada, y gira
el recuerdo de una cintura airosa
sobre mesas y sillas en desorden.
Cuando el último ritmo aún perdura,
gratamente obsesivo, sin un cuerpo
en que posarse.
A mí buscadme siempre
aquí, después del baile. Esta es la hora
de los que no llegaron a la fiesta.
Los enfundados, tristes, instrumentos
de la orquesta componen, en gris sucio,
el desolado dorso de la dicha.
Sobre este suelo ya es basura el vuelo
multicolor de los confeti, junto
al cigarro a medias apagado. Vasos,
botellas empezadas, restos
de esperanza inservible.
Entre este humo y soledad, aún queda
la vacía oquedad en donde hubo
una dura muchacha largamente
abrazada. Dios inventó esta fiesta
para darnos la dimensión exacta
de su silencio.
Este es mi sitio. Aquí me encontraréis.
Aquí, en el centro de la pista, solo,
después del baile.
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