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Elegia 5. Cecilia Meireles. 1901 - 1964







Um jardineiro desconhecido se ocupará da simetria

desse pequeno mundo em que estás.



Suas mãos vivas caminharão acima das tuas, em descanso,

das tuas que calculavam primaveras e outonos,

fechadas em sementes e escondidos na flor!



Tua voz sem corpo estará comandando,

entre terra e água,

o aconchego das raízes tenras,

a ordenação das pétalas nascentes.



À margem desta pedra que te cerca,

o rosto das flores inclinará sua narrativa:

história dos grandes luares,

crescimento e morte dos campos,

giros e músicas de pássaros,

arabescos de libélulas roxas e verdes.

Conversareis longamente,

em vossa linguagem inviolável.



Os anjos de mármore ficarão para sempre ouvindo:

que eles também falam em silêncio.



Mas a mim – se te chamar, se chorar – não me ouvirás

por mais perto que venha, não sou mais que uma sombra

caminhando em redor de uma fortaleza.



Queria deixar-te aqui as imagens do mundo que amaste:

o mar com seus peixes e suas barcas;

os pomares com cestos derramados de frutos;

os jardins de malva e trevo, com seus perfumes

brancos e vermelhos.



E aquela estrela maior, que a noite levava na mão direita.

E o sorriso de uma alegria que eu não tive,

mas te dava.





Un jardinero desconocido se ocupará de la simetria

De ese pequeño mundo en que estás.



Sus mano vivas caminarán encima de las tuyas, en descanso,

de las tuyas que calculaban primaveras y otoños,

encerradas en semillas y escondidos en la flor!



Tu voz sin cuerpo estará ordenando,

entre tierra y agua,

el acomodo de las raíces tiernas,

el ordenamiento de los pétalos nacientes.



A la orilla de esta piedra que te rodea,

el rostro de las flores inclinará su narrativa:

historia de las grandes noche de luna,

crecimiento y muerte de los campos,

giros y músicas de los pájaros,

arabescos de libélulas rojas y verdes.

Conversareis largamente ,

en vuestro lenguaje inviolable.



Los ángeles de mármol quedarán para siempre oyendo:

que ellos también hablan en silencio.



Mas a mi – si te llamará, si llorará – no me oirías

por mas cerca que fuera, no soy mas que una sombra

caminando alrededor de una fortaleza.



Quería dejarte aquí las imágenes del mundo que amaste:

o mar con sus peces y sus barcas;

Los pomares con cestos derramados de frutos;

los jardines de malvas y trébol, con sus perfumes

blancos y rojos.



Y aquella estrella mayor, que la noche llevaba en la mano derecha.

y la sonrisa de una alegría que yo no tenía,

mas te la daba.

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