La llamada
Temprano, en la mañana, la llamada.
Tal vez es el teléfono que avisa
y me levanto a ciegas,
tentando el despertar sin ver su rostro.
Tropiezo en los residuos de la víspera,
cuanto hay de ayer en hoy me sale al paso,
y con torpeza y sumisión recojo
la llamada en el alba, tan temprana.
«Quién es, quién, quién.»
Silencio.
Alguien dice mi nombre y calla luego.
El despertar se rompe en nueva sombra.
«Quién, quién –repito–, quién tan pronto.»
En mil pedazos salta la mañana.
Desde el umbral me llega, tibia y sola,
la voz de la mujer envuelta en sueño,
caída aún en la última caricia
(«quién era, quién, quién era...»).
Se deshacen
lentamente la luz y las palabras,
la voz de la mujer resbala lejos,
muy lejos, más allá
que la otra voz –allá– de la llamada.
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