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ANTE UN PRADO. II (Oratorio de San Berbardino 1950 ) Alfonsa de la Torre

 


¿Zagalas con doradas trenzas de espigas prietas?

 Las hoces lo ignoraron,

 las guerreras espadas,

los cuernos venatorios;

pero un pequeño monje,

acaso un pequeñito "Fraticello” paciente

 lo vió desde su celda,

 oscurecida a ratos por montañas gigantes,

 y entonces los pinceles y las voces seráficas

 chorrearían trinos,

destilarían luces,

centelleos de mármol,

 orgías de sonidos

estallando entre rezos,

y un verdor fresco y puro como una violeta

 durmiéndose en las palmas.

Alguien ha visto un prado

y lo ha dejado quieto fingiéndose olvidarlo,

casi casi perdido como un pobre pañuelo

 que a ratos se hace seda y a ratos se hace lágrimas.

Ante mí tengo el prado que no miraron reyes,

que no segó la usura,

 sin planos y sin guías he llegado a encontrarlo;

ni cipreses ni olivos me mostraron su huella,

por vías de silencios he logrado su aroma

 por soledades agrias.

Ya estoy ante el milagro de su ternura agreste,

 puedo pastar su aliento,

su límpida tersura bebería trago a trago.

 Cerraré bien los huecos de la muralla etrusca

 antes de arrodillarme.

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