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Pedro Alcarria Viera 1975. Emily Dickinson







La miel que ayer, furtiva,
libé directamente del panal,

la tendré que esconder,

de la mirada inconmovible
de mi amante,

que entera la reserva
para el festín de boda.

A mi jardín llega
el sonido de los campos

adornados y me parece que aquí
se prepara el enlace.

Viene un aire cálido, un aliento
arrojado de bruces entre

los jóvenes rosales.

Me siento y abro un libro
al azar,

inquieta porque hay,

oculto moviéndose,

un dios que desciende,

que baja del sol,
como un pomposo abejorro
de la flor,

haciendo cabriolas

y danzando.

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