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María. Alda Merini. 1931 - 2009






María



Si alzaba las manos, sus dedos se volvían pájaros.
Si movía los pies, llenos de gracia, la tierra se hacía
manantial.

Si cantaba, todas las criaturas del mundo guardaban
silencio
para escuchar su voz.

Pero también sabía estar solemnemente muda.
Sus ojos nacidos para la caridad, exentos de cualquier
fatiga,
no se cerraban jamás, ni de día ni de noche, porque
no quería
perder de vista a su Dios.

Asís
Yo, Francisco,
me he convertido en el juglar de Dios,
pero a mi viejo caballo,
que murió junto a mí,
lo sigo soñando.

Era un animal lleno de miedo,
era mi cuerpo.

Lo dejé morir
en la esquina de las calles,
y sólo entonces sentí
el innoble hedor de mis vicios,
de mi violencia.

Me convertí en el vértice de la caridad
porque Dios un día
sin que yo lo mereciera
se inclinó sobre mí
y besó mis manos.

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